Los españoles tenemos fama de hablar muy mal idiomas, entre otras cosas, porque la pronunciación no es nuestro fuerte. Esto no se debe a que no sepamos cómo enseñar idiomas, se debe básicamente a nuestras costumbres articulatorias. El sistema fonológico del español es mucho más sencillo que la mayoría de los idiomas que aprendemos.

Es decir, estamos acostumbrados a articular una serie de sonidos, los que corresponden al español porque los aprendemos desde que empezamos a hablar, y los aprendemos por imitación. Pero cuando aprendemos un idioma extranjero, lo más normal es que nos encontremos frente a sistemas fonológicos mucho más complejos que el nuestro, con muchos más sonidos.

Sin ir más lejos, en español partimos de un mínimo de 5 sonidos correspondientes a las vocales que escribimos, aunque según la variante del español, puede haber más; frente a este dato encontramos idiomas que articulan una variedad de 9 sonidos vocálicos, como es el caso del alemán; entre 11 y 16 según la variedad del francés; 23 para el inglés británico y 19 para el inglés americano.

Otro rasgo que nos cuesta en otros idiomas es la duración de los sonidos; en español no existen vocales largas o breves, todas duran lo mismo, pero en otras lenguas, esta falta de distinción en español hace que ya estemos pronunciando como auténticos «guiris»

Pero el problema se origina probablemente en que, lo que leemos, no lo sabemos pronunciar. Es decir, para un español, una /p/ es una «p» y sólo hay una forma de pronunciarla, pero para un extranjero tal vez el sonido que pronuncie al ver una /p/ dependa de la posición que ocupe en la palabra; puede que una «letra» en su idioma tenga varias «pronunciaciones» (hablamos entre comillas y con términos más comunes para que nos entendamos todos).

Así que, cuando empezamos a aprender un idioma y abrimos el libro de texto, o vemos las primeras palabras escritas en la pizarra o en una fotocopia, las pronunciamos de la única forma que sabemos, y es muy complicado evitar ese vicio o aprender a dominarlo, ya que es lo que llevamos haciendo toda la vida. Tal vez lo ideal sería aprender los primeros días sin escribir, ni leer, simplemento escuchando y repitiendo; pero no nos sentimos seguros.


¿Qué podemos hacer frente a esta dificultad?

Pues bien, pronunciar como un nativo es muy complicado,pero podemos alejarnos de nuestro «acento español» con práctica.

Hay que escuchar con atención, preguntar a tu profesor de idiomas y hay que enseñar a nuestra boca y nuestra lengua a realizar nuevos sonidos. Cuanto más jóvenes seamos, más fácil nos resultará, también porque nuestra capacidad auditiva va empeorando con el paso del tiempo y es un factor muy influyente.

Pero antes de acostumbrarnos a realizar nuevos sonidos, debemos aprender a distinguirlos; hemos de ser capaces de distinguir sonidos que a un español le parecen idénticos, como puede ser el caso de la «s sonora» o de la «s sorda». si no los distinguimos, seremos incapaces de realizarlos.

Existen ejercicios de pronunciación en los que realizamos articulaciones de sonidos muy exageradas, por ejemplo, con un polvorón dentro de la boca, o sujetando un bolígrafo con los labios. Si leemos un texto varias veces con alguno de estos elementos, la boca se esfuerza el triple por pronunciar, y al retirarlos, nos costará menos. Se trata de acostumbrarnos a la realización de estos nuevos sonidos. Cuando aprendimos a hablar, tampcoo nos salían perfectos a la primera, y ahora hablamos español perfectamente.

Es importante cuidar la pronunciación también en nuestros cursos de idiomas para empresas, practicarla y trabajarla, cuando aprendemos un idioma extranjero ya que una mala pronunciación con una excelente gramática da peor impresión que una buena pronunciación con una gramática no tan buena. Así que, insistid a vuestros profesores en que os enseñen también a pronunciar.